
Ordenación de Heber López

El pasado 13 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, nuestra diócesis celebró con gran gozo la ordenación diaconal del seminarista Heber López. Este momento tan significativo tuvo lugar en la iglesia Catedral de nuestra Diócesis, donde amigos, familiares y miembros de las comunidades se reunieron para ser testigos de este importante paso en su camino hacia el sacerdocio. Heber tiene 29 años de edad, es oriundo de la Parroquia Inmaculada Concepción de Villa Tambores y actualmente se encuentra sirviendo en la Pquia. Sdo. Corazón de Young.
Un momento especial
La ceremonia solemne fue acompañada por el coro de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima (MJVV) y contó con la participación de numerosos sacerdotes, religiosas y consagrados, junto al Pueblo de Dios que llegó desde distintos rincones de la diócesis para compartir la alegría de este momento. Fue presidida por Mons. Arturo Fajardo, quien destacó la importancia del diácono como "Servidor y Testigo". Durante la homilía, el obispo invitó a Heber a vivir su vocación con humildad y dedicación, recordándole el llamado a servir a la comunidad y a la Iglesia con amor y entrega. Mirando a Jesús, a su infinita misericordia, al corazón traspasado de donde nace la Iglesia; mirando la Cruz gloriosa con orgullo, la del Señor (amor sin medida) y la cruz de tantos mártires que también hoy siguen entregando la vida. Recuerda, Heber: "NO HAY AMOR MÁS GRANDE QUE DAR LA VIDA, SIENDO PEREGRINOS DE LA ESPERANZA Y TESTIGOS DE SU LUZ."
Agradecimiento
Ordenación Diaconal
"Buenas tardes a todos. Es una alegría para mi que hoy estemos todos celebrando la gran misericordia de Dios.
Brevemente quiero agradecer a Dios en primer lugar, por su manera de mirar a seres frágiles, de barro para tan gran servicio.
Agradezco a Mons. Arturo por su cercanía y disponibilidad, a los formadores del Seminario Cristo Rey, a aquellos que con su palabra y ejemplo se han dedicado a formar en mi un corazón de pastor, agradezco a los docentes de la facultad de Teología Mariano Soler, a los que con su fe y buena voluntad han compartido sencillamente sus conocimientos y su experiencia de un Dios amoroso. Agradezco a cada una de las comunidades en las que estuve, cada persona que encontré en este camino al cielo, al que Dios me ha llamado. Agradezco muy especialmente a las Madres Misioneras de Jesús Verbo y Víctima -que hoy brindan su servicio en el canto de la celebración- agradezco por su testimonio, por sus enseñanzas y por su cercanía. Agradezco a mis amigos y a mi familia por todo lo que han hecho por mí. Agradezco a todos los que han trabajado para que esta celebración fuera posible, a cada uno, muchas gracias.
Voy a hacer algo que muchos evitan y es que voy a nombrar a dos personas de forma muy particular, pero quiero que sepan que para con todos los que están hoy aquí tengo un agradecimiento muy grande, porque sin dudas, han sido parte del camino y la obra de Dios en mi vida, pero quiero nombrar a dos personas, porque me gustaría que hoy todos supieran lo que han hecho. Quiero agradecer muy especialmente al Padre Carlos Silva, que hoy por su salud no nos pudo acompañar, pero que tengo toda la seguridad que reza por mí, como ha rezado todos estos años desde que me conoció. Si hay alguien a quien agradezco que haya sido instrumento de Dios para darme a conocer mi vocación, es al Padre Carlos, es en quien he visto reflejada la vida de Jesús -por su servicio y dedicación a cada persona y a las comunidades del campo- y por eso he elegido el texto del evangelio "Hagan esto en memoria mía" como lema de ordenación.
También quiero agradecer de forma muy especial a Monseñor Pablo Galimberti, que en su momento supo arriesgarse y apostar por mí. Cuando me tocó ir al seminario, tenía una dificultad física a causa de un accidente y eso sin dudas era una complicación para la vida del seminario y el ritmo de formación, pero Monseñor se hizo cargo de la dificultad y recuerdo sus palabras como si fuera hoy, me dijo: ¿qué vas a hacer ahí? ¿Te vas a quedar a mirar el techo? ¡Anda al seminario! Y así me fui al seminario, con un futuro incierto, pero con la certeza de que Dios iba conmigo gracias a la cercanía y el ánimo de mi obispo, por eso quiero agradecer muy especialmente a Monseñor Pablo.
En la extensa oración que escuchamos en el momento de la ordenación, hay una parte que me llegaba de forma particular, Monseñor Arturo pedía a Dios: "Que resplandezca en él […] un amor sincero, solicitud por pobres y enfermos…" quiero pedirles a todos, que no dejen de rezar, para que pueda vivir todo lo que Dios espera de mí.
Finalmente agradezco a cada uno su presencia y también agradezco a los que no pudieron venir, pero están unidos en oración. Y como es conveniente decirlo, lo digo: los aplausos son solamente para Dios que lo ha hecho todo. Muchas gracias."
